miércoles, 7 de enero de 2009

Capítulo XXXV- Donde se da fin a la novela del Curioso impertinente-

Antes de que hubiera acabado el cura de leer la novela apareció Sancho por la puerta diciendo que Don Quijote estaba librando una gran batalla contra el gigante enemigo de la señora princesa Micomicona. Al oír esto el cura se levanto con rapidez cuando oía un gran ruido acompañado de las voces amenazantes de Don Quijote.
Cuando entraron en la habitación de Don Quijote vieron que este se encontraba a cuchillada limpia con los cueros de vino. Lo más extraño de la situación eran las pintas que tenía Don Quijote y que además de tener los ojos cerrados, ya que se encontraba soñando y no despierto, estaba con una camisa que apenas le cubría los muslos, las piernas no excesivamente limpias y llenas de vello, y ademes en el brazo izquierdo tenia envuelta la manta de la cama.
Al ver todo revuelto y lleno de vino, el ventero se abalanzó sobre el pobre Don Quijote dándole un gran numero de golpes a puño cerrado, tan fuerte le daba el ventero que si no llega a ser por Cardenio y por el cura Don Quijote se hubiera quedado hay de por vida. Tras un corto espacio de tiempo el barbero consiguió despertarle echándole un cubo de agua fría en la cabeza. Después de que Don Quijote se hubo quedado dormido de nuevo continuaron leyendo la novela del Curioso impertinente.
Continuando por donde nos habíamos quedado, Leonela se había escapado con Camila y Lotario dejando a Anselmo solo en la casa. Cuando Anselmo descubrió que le habían dejado
solo decidió irse a una de las casas que tenia un amigo suyo en el campo, donde murió una vez hubo escrito un epílogo de su vida, en el cual explicaba como moría por Camila.
Una vez acabaron de leer el libro el cura la califico de poco creíble ya que no se explicaba como alguien que lo tenia todo como Anselmo pudo liar tanto las cosas para comprobar la sinceridad de su mujer, la cual al final le acabo abandonando.

1 comentario:

soldevilla dijo...

Cuando aparece de nuevo Sancho con Don Quijote decimos...¡anda, si me había olvidado de nuestros protagonistas! Nos ocurre lo mismo que a los personajes que están leyendo El curioso impertinte.